lunes, 19 de octubre de 2015

Fragmento de "Tratado sobre los vampiros", de Dom Augustin Calmet (1751)


MUERTOS DE HUNGRÍA QUE CHUPAN LA SANGRE DE LOS VIVOS

“Hace alrededor de quince años que un soldado que estaba de guarnición, hospedado por un campesino haidamaque, en la frontera de Hungría, vio entrar en la casa, cuando estaba sentado a la mesa con su anfitrión, a un desconocido que se sentó también a la mesa con ellos. El dueño de la casa fue extrañamente asustado de ello, lo mismo que el resto de la reunión. El soldado no sabía qué pensar, ignorante como estaba de la cuestión. Pero, habiendo muerto el amo de la casa al día siguiente, el soldado se informó de lo que era. Le dijeron que era el padre de su huésped, muerto y enterrado hacía más de diez años, quien así había venido a sentarse a su lado, y le había anunciado y causado la muerte.
            El soldado informó primeramente al regimiento, y el regimiento lo hizo saber al cuartel general, que comisionó al conde de Cabreras, capitán del regimiento de infantería Alandetti, para que informase del hecho. Habiéndose trasladado al lugar con otros oficiales, un cirujano y un auditor, tomaron declaración a todas las personas de la casa, que atestiguaron de manera uniforme que el reviniente era el dueño del padre de la casa, y que todo lo que el soldado había dicho y referido era la verdad exacta, lo que fue también atestiguado por todos los habitantes del lugar.
            En consecuencia, se hizo desenterrar el cuerpo del espectro, y se le encontró como el de un hombre que acabase de expirar, y su sangre como la de un hombre vivo. El conde de Cabreras hizo que le cortasen la cabeza, antes de volverlo a depositar en la tumba. Se informó además de otros revinientes semejantes, entre otros de un hombre muerto hacía más de treinta años, que había vuelto en tres ocasiones a su casa y siempre a la hora de la comida: la primera vez había chupado la sangre del cuello a su propio hermano; la segunda, a uno de sus hijos; y la tercera, a un criado de la casa; los tres habían muerto al instante. Basándose en esta declaración, el comisario hizo desenterrar al hombre y, encontrándolo como al primero, con la sangre fluida como la tendría un hombre vivo, ordenó que con un clavo de gran tamaño le atravesasen las sienes, y que después lo colocasen de nuevo en la tumba.
            Hizo quemar a un tercero, enterrado hacía más de dieciséis años, y que había chupado la sangre y causado la muerte a dos de sus hijos. El comisario envió su informe al cuartel general; se envió luego a la corte del emperador, que ordenó que enviasen oficiales de guerra, de justicia, médicos y cirujanos, y algunos sabios para examinar las causas de tan extraordinarios acontecimientos. Quien nos ha referido esas particularidades las había conocido del señor conde de Cabreras, en Freiburg im Breisgau, en 1730”.


            (De Tratado sobre los vampiros, de Dom Augustin Calmet. Publicado en 1751. Mondadori, Madrid, 1991.)

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