sábado, 7 de noviembre de 2015

CINE. "F. W. Murnau, señor de las plagas"

F.W. Murnau, señor de las plagas

POR Opera Mundi

Nosferatu, de F. W. Murnau, perdura como un testamento artístico del cine silente, al condensar el horror y la tragedia en una historia en la que no se pronuncia una sola palabra
El mito del vampiro es uno de los más poderosos en el folklore universal, enraizado en antiguas creencias y tradiciones. Los temas de sangre, sexo y muerte están registrados a través de la historia y prevalecen enriquecidos hasta nuestros días incluso en las religiones más modernas.
Las leyendas de vampiros persistieron durante varias generaciones gracias a la historia oral. Y en ella, el nombre de Nosferatu –tomado del idioma eslovaco antiguo para denominar al que trae consigo las plagas— es ampliamente aceptado para describir a los cuerpos reanimados que regresan por las noches a demandar una dosis de vida. En una época de enfermedades inexplicables, galopantes y epidémicas, el vampiro se convirtió en el chivo expiatorio ideal, acusado literalmente de succionar la vida.
La denominación de vampiro también ha servido para identificar figuras históricas como el barón Gilles de Rais y la condesa Elizabeth Bathory. De Rais, alguna vez guardia personal de Juana de Arco, desarrolló una lujuria de sangre que sólo satisfizo con la violación, tortura y asesinato de alrededor 150 adolescentes. Bathory, quien más se aproxima al estereotipo de Drácula, nativa de la región de los Cárpatos, se cree que fue responsable de la tortura y sacrificio de más de 600 mujeres jóvenes, a las que extraía la sangre para utilizarla en sus baños, pues creía que así mantendría su piel fresca y joven.

Primera llamadaEl vampiro como ahora se conoce en occidente hizo su primera aparición pública en la novela El vampiro, publicada en 1819. Aunque erróneamente se adjudica al perverso y pervertido poeta Lord Byron, en realidad el autor es el doctor John Polidori, amigo de Byron y quien concibió la historia del noble decadente, seductor, que se alimentaba de la sangre humana, en el mismo castillo y en la misma época en que Mary Shelley escribió el fascinante cuento de hadas gótico Frankenstein.
En la novela de Bram Stoker, Drácula, el mito del vampiro madura. La imagen ahora es refinada, sofisticada e inteligente. La combinación de sensualidad salvaje y modales civilizados volvió locos a los lectores victorianos, lo que también significó un espejo en el que esa misma sociedad se reflejaba. Las interpretaciones acerca de la popularidad de la novela de Stoker varían, pero todas se centran en una tesis básica: del cuento como alegoría de la dinámica psicosexual en la época victoriana.
Con los condimentos de amor, sexo, muerte y sangre, las posibilidades dramáticas de Drácula la hicieron accesible al teatro y más adelante a la industria del cine. Aunque Nosferatu fue el primer filme de la saga y, como cualquier vampiro decente que se precie de serlo, se rehusó a morir.


Sinfonía de horror
La empresa Prana-Film, así llamada por el concepto budista de “prana”, el aliento como vida, se formó en 1921. Aunque planeaba lanzar un ambicioso panel de películas con temas del ocultismo oriental, la cinta Nosferatu fue debut y despedida de la empresa. Originalmente titulada Nosferatu, Eine Symphonie des Grauens/Nosferatu, una sinfonía de horror, la película fue filmada en locaciones (algo muy raro en su tiempo) en el verano de 1921.
F.W. Murnau hizo una elegante utilización del altamente estilizado movimiento expresionista de la posguerra en los estudios, en la iluminación y en el ambiente. Siguiendo la tradición de películas como El Gólem (la primera versión coescrita por Galeen, el guionista de Nosferatu) y El gabinete del Dr. Caligari, la distorsión, la exageración, las metáforas extremas y el énfasis en la composición y en el juego de sombras cumplieron su papel para alcanzar una cinta lírica, plena de imágenes dramáticas. Curiosamente, gran parte de la cinta se desvió de las anotaciones originales del director Murnau, lo que implica que mucho en la película fue improvisado.
Debido a que la utilización del expresionismo tendía hacia lo artificial, Murnau decidió mezclar el naturalismo y el expresionismo, alcanzando con ello una pesada carga de horror y suspenso. Las películas de expresionismo puro, como El gabinete del Dr. Caligary, fueron rodadas enteramente en estudio, por lo que se abusó de los escenarios distorsionados por la iluminación. No así Nosferatu, que fue filmada en exteriores y a plena luz del día; sólo en las escenas nocturnas se recurrió a los estudios, donde el conde Orlock, saturado de expresionismo, puso los pelos de punta a las audiencias.
Una escena particularmente memorable en la cinta es cuando Hutter es llevado al castillo de Orlock. El crepúsculo ha caído y los aldeanos rehúsan transportar a Hutter a su destino. En un claro de bosque que rodea el castillo de Orlock espera un carruaje, aparentemente sin conductor. Mientras el carruaje lleva a Hutter a la montaña, el viaje es bañado por una aura fantasmal. De acuerdo a un amigo cercano de F.W. Murnau, el asistente Edgar Ulmer, en una entrevista concedida para la revista francesa Midi-Minuit Fantastique, Murnau estaba fuertemente influenciado por el director sueco Mauritz Stiller, cuyo trabajo proporcionó a Murnau la idea de utilizar película negativa para filmar el viaje de Hutter al castillo, logrando con ello un efecto de pesadilla.


La naturaleza del mal
Sin embargo, la imagen más siniestra de la cinta corresponde a Max Schreck en el papel del conde Orlock. Desafiando todas las interpretaciones habidas y por haber del vampiro, el Orlock de Schreck es la corporización absoluta del mal: alto, los dedos en forma de garra, la apariencia fantasmal, los ojos hundidos. Schreck, de manera magistral, refleja el cuerpo del no muerto que es, diferenciándose grandemente así de las interpretaciones modernas de Drácula.
La reacción a la película fue sumamente favorable. El público y la crítica se deshicieron en elogios, no así la viuda de Bram Stoker, Florence. Pese a que Nosferatu guarda pocas similitudes con la novela del escritor irlandés, existían las semejanzas necesarias para entablar una demanda legal.
Prácticamente dejada en la ruina por su esposo, Florence Stoker estaba dispuesta a sacar provecho de todo lo que oliera a vampirismo. Alertada de que la película se estrenaría el sábado 4 de marzo de 1922 en el Marble Hall de los jardines del zoológico de Berlín, Florence se hizo de los servicios de G. Herbert, de la Sociedad Británica de Autores Incorporados, quien la asesoraría en su batalla judicial. Desafortunadamente para Florence, los gastos en publicidad empleados para la promoción de Nosferatu habían vaciado las arcas del naciente estudio Prana-Film, al grado de que para el verano de 1922 la compañía cerró. A causa del juicio, en julio de 1925 la corte alemana ordenó que todas las copias de Nosferatu fueran destruidas.
Los negativos de la película, sin embargo, continuaron su éxodo hacia varios puntos del viejo continente, donde fueron proyectados con sumo entusiasmo, lo que dio motivos para que Florence Stoker insistiera en su cruzada legal. Lo más que logró la viuda del autor de Drácula fue que se suspendiera la premier en Londres en 1925, aunque cuatro años después Nosferatu alcanzó las pantallas de plata de Estados Unidos.
No obstante su acogida primaria, Nosferatu no logró un éxito comercial y crítico inmediato. Tuvieron que suceder los horrores de la Segunda Guerra Mundial para que la película encontrara su propio contexto de horror y de demencia. A pesar de los estándares actuales de sangre y violencia, Nosferatu mantiene su sitial como uno de los grandes filmes de horror de todos los tiempos. La película de F. W. Murnau perdura como un testamento artístico del cine silente, al condensar el horror y la tragedia en una historia en la que no se pronuncia una sola palabra.

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